miércoles, 15 de abril de 2015

Pensando república, sintiendo cerca a Eduardo Galeano


En esta madrugada de 14 de abril quisiera sentarme un rato a pensar sobre qué es para mí eso de la república. Me refiero a la república como concepto: ¿Qué es aquello? ¿Por qué me siento tan atraído por ella?

No me es fácil centrarme, hoy se nos fue Eduardo Galeano y le tengo caminado entre los pensamientos, a ratos me llama desde la estantería y hasta le oigo recitar por aquí, cerca del pecho.

Voy al tema, la república, sí. Voy a ir despacio, no quiero perderme, tengo entendido que la república es un sistema de gobierno y según me dijeron las formas de gobierno no son huérfanas, tienen padres. Sí, las formas de gobierno son hijas de la sociedad.

La mayoría de las sociedades del mundo han sido violadas, agredidas, violentadas y han parido dictaduras. Son sociedades reprimidas perpetuamente por sus violadores y agresores, pues estos saben muy a su pesar, que toda sociedad es eternamente fértil y existe la opción de un nuevo parto que traiga igualdad, dignidad y todas esas cosas que odian los amantes de dictaduras.


Otras sociedades viven en una mentira, hacen como que se creen la mentira, la mastican y digieren para convertirla en verdad. Esas sociedades dan a luz algo, cualquier cosa, y lo llaman Democracia, está de moda y gusta el sustantivo, pero si nos fijamos bien la realidad no corresponde a tal nombre, pero el caso es repetirlo hasta vaciarlo de sentido, “esto es una democracia, esto es…”, una y mil veces, “una democracia, esto es una democracia…”, digerir la mentira, aceptar la falsedad.

Entiendo que me llama la atención la democracia, la de verdad, el gobierno del pueblo por y para el pueblo. Igualdad de derechos, obligaciones y oportunidades. No tiene merito el organizar una carrera donde tendremos unos pocos ganadores y una gran mayoría de derrotados, es mediocre. Ser capaces de llegar juntos, lo más rápido que permita no dejarse a nadie por el camino, es más difícil.

Me da paz pensar en esa sociedad posible, que ponga en valor la victoria colectiva donde el fuerte y el débil caminan de la mano, sabedores de que el rol de cada uno cambiará cien veces antes del final del camino. ¿Cómo recitaba Galeano? “Los desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados, porque ellos se desesperaron de tanto esperar y ellos se perdieron de tanto buscar”. Eso sí es ambición.

Aprecio la solidaridad porque entiendo que es justa y la justicia me gusta cuando representa garantía de igualdad.

Hay que tener especial cuidado con la Ley, porque la Ley también tiene padres y no siempre de fiar. En ocasiones los que legislan no lo hacen para todos sino para sí, creando Leyes injustas que deben ser combatidas, porque una sociedad silenciosa ante la injusticia acaba llamando democracia a cualquier cosa.

“La justicia y la libertad… hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda…” Brillante Galeano, pero no debo extraviarme. Pienso en república.

No todo es compatible, ¿son compatibles democracia y monarquía? Una democracia conlleva el poder de elección y la monarquía esa no me deja, ni parece tener intención de permitirme elegir.

La monarquía tiene sus cosas, que no dudo en reconocer: la espectacular puesta en escena, la tradición, la ceremonia, los pajes y todo eso, pero incluso los grandes amantes de la monarquía cuando argumenten, si lo hacen con sinceridad, no podrán esgrimir jamás que la monarquía es democrática.

Hay cosas incompatibles, tal vez, como escribió Galeano, para que no haya niños de la calle sea necesario que no haya niños ricos. Para que no haya muertos de hambre sería bueno que nadie enfermara por indigestión debida al atracón. Son metáforas, pero por ahí van los tiros.

No es sólo cuestión de repartir la riqueza, es más bien compartir la propiedad de lo que genera riqueza. No te daré una porción de harina, sino que tú y todos somos dueños del molino. Estoy hablando de igualdad con mayúsculas. No hablo de poner cubos bajo las goteras, sino de subir a cambiar el tejado. No me contento con cambiar de cocinero, quiero cambiar la receta, aquella que asegure ningún estomago vacío. Será alta cocina, las estrellas serán de verdad y no patrocinadas por la industria del neumático. Los cocineros tendrán salario digno y respeto. Respeto y salario digno tendrán pinches y lavaplatos. Porque el respeto y el sueldo son derechos y no premios. Aspiramos a los derechos de los todos y no a los premios de los menos.

“Los Nadies, los hijos de nadie, los dueños de nada. Merecedores de ser tratados como humanos y no como recursos humanos. No son números, tienen nombre”. Grande, Galeano. Este deseo ha de caber en una forma de gobierno, tal vez sea república.

Y reconozco que algo emocionado con estos pensamientos, en un inciso sentí compatriota al Sr. Galeano, como a Benedetti, Miguel Hernández, Pablo Neruda, Bertolt Brecht, Alberti, Gorki o José Martí. Algo natural a la raíz de mi anhelo, de ese otro mundo posible donde seremos “compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de belleza, y voluntad de justicia… hayan nacido cuando hayan nacido y hayan vivido donde hayan vivido, sin que importe ni un poquito las fronteras del mapa y del tiempo”.

Creo que estos deseos caben en el marco de la república, caben dentro de sus costuras.

Atractiva y transformadora república. Tal vez me atraiga tanto porque históricamente es la pesadilla de los reyes. Un colectivo soberbio, el de los reyes, que tradicionalmente ostenta un poder que no le pertenece, que es del pueblo, y los reyes, campechanos o no, pueblo no son.

Entre iguales no hay súbditos, no quiero ser ni parecer tal cosa. No hay nada personal, pero los reyes no caben en una sociedad entre iguales, les sobra la corona, la sangre azul y demás mentiras y disfraces. Que abandonen los privilegios junto a todos los privilegiados, les ofrecemos  a todos igualdad, respeto, honradez y dignidad. Caminaremos cada día hacía la utopía, como decía Galeano, “la utopía está en el horizonte, nunca la alcanzaremos, caminaremos diez pasos y ella se alejará diez pasos. ¿Entonces, para qué sirve la utopía? Para eso sirve, para caminar”.

Y caminando, sin pausa, con risa y sin prisa, “seremos capaces de vivir cada día como si fuera el primero y cada noche, como si fuera la última”.

Y eso, como concepto, es la república para mí.

Con Eduardo Galeano en el corazón

Salud y república.

                                   David Cobo

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