viernes, 29 de enero de 2010

SEÑOR OBISPO, NO NOS INSULTE


SEÑOR OBISPO, NO NOS INSULTE
Ha dicho el Sr. Obispo de Alcalá de Henares, Don Juan Antonio Reig Pla: “Estoy convencido de que, como sucedió con la esclavitud, en pocos años nos lamentaremos del holocausto del «aborto procurado»”. Así lo manifestaba el Obispo en una entrevista que fue publicada el pasado 22 de Diciembre en un conocido diario de tirada nacional.

Cualquier opinión expresada desde el respeto y planteada con argumentos, se compartan estos o no, merece ser escuchada y tenida en consideración. Ahora bien, decir que el aborto es holocausto, es para hacérselo mirar.

El aborto no es un asesinato. El aborto no solamente es legítimo y legal, sino que puede ser la solución a graves problemas: salvar la vida de la embarazada, embarazos no deseados, en caso de violación, en caso de que el embrión sufra una enfermedad irreversible, o de que se trate de una embarazada menor de edad, y más si se trata de una niña.

Para reducir el número de abortos es preciso mejorar la educación sexual. Hoy en día estamos en una situación en la que falta educación sexual y sobra pornografía. Precisamos de la socialización de la sexualidad como algo sano y natural, lejos de tabús e idealizaciones cinematográficas, ejerciendo el derecho de elección y la planificación como en otras actividades de la vida.

Cuando hablo de mejorar la educación sexual no me limito a la educación reglada, pues, como dice la psicóloga Jose­fina Rabinovich; “Educadores sexuales somos todos, porque todos transmitimos valores y actitudes sexuales que influyen en la conducta del otro. Buenos son los que hablan con sin­ceridad y honestidad, los que transmiten claramente sus va­lores y creencias hasta arriesgarse a ser cuestionados. Los que no temen ni evitan dar la información que tienen, bus­car la que no tienen o consultar con otros. Los que enfren­tan las preguntas de los chicos, las sepan responder o no. Los que no se adueñan del cuerpo de sus hijos”.

Sobre el aborto la Iglesia Católica no siempre ha tenido el mismo punto de vista y no consta su prohibición expresa en ningún texto bíblico. La actual postura oficial de la Iglesia Católica parte de un punto de vista dogmático: el alma proviene solo de Dios, la vida es obra de Dios desde el momento mismo de la concepción (lo cual contradice a Santo Tomás de Aquino); la vida es, pues, un don divino, no nos pertenece, y debe, entonces, ser preservada como sea. Si la vida proviene de Dios, el aborto y la eutanasia van contra la voluntad de Dios y deben considerarse como un asesinato. Este es el punto de vista que la iglesia quiere imponer.

Pensemos un momento; ¿La unión de un espermatozoide y un ovulo, formando un zigoto, puede ser considerado un ser humano? ¿El embrión puede vivir por sí mismo fuera del útero de la madre? ¿Cuándo se puede considerar al feto como un ser biológicamente factible? La equiparación de embrión y ser humano, como la de cuerpo y alma desde la concepción, se basan en posicionamientos religiosos y carecen de sustento científico.

No puede confundirse un embrión con un ser humano. Es una insensatez decir que un aborto, en estas circunstancias, es un homicidio. Sería lo mismo afirmar que masturbarse es un homicidio (según el catecismo católico es un pecado mortal, gravísimo) porque los espermatozoides que se pierden también están vivos y podrían formar con un óvulo una célula, que a los nueve meses podría convertirse en un ser humano. Ahora bien, ¿está ya el don divino, el alma, el espíritu, en un espermatozoide, o en un óvulo? Ahora no se trata de una cuestión científica, sino de un problema dogmatico.

Todos tenemos opiniones, pero la decisión de continuar el embarazo corresponde a la mujer. Nadie puede injerir en el derecho de elección que cada cual tiene sobre su propio cuerpo.

Aquellos que quieren eliminar el derecho de elección de la mujer, para salvar la vida de un ficticio “ser humano”, están tratando de imponer su visión moral en los actos y en los cuerpos de otras personas que tienen su propia ética. Si aceptásemos como buenas estas ridículas imposiciones morales, que rechazan el derecho sobre nuestros cuerpos en “defensa de la vida”, nos ubicaríamos en una situación esperpéntica.

En base a estos principios podrían hacer que las donaciones de sangre y órganos no fueran voluntarias sino obligatorias. El Estado podría aprobar una ley así la Iglesia católica podría excomulgar a los donantes potenciales que rechazaran someterse extirpación, así como a todas las personas que les apoyaran en aras de un supuesto derecho de posesión del propio cuerpo que atentaría directamente contra el “derecho a la vida” de un enfermo inocente.

Tras este ejemplo, tomado de Teresa Forcades, podemos ver, que obligar a una persona a donar un órgano en contra de su voluntad es tan inquisitorial como forzar a una mujer a tener un parto que no desea.
Si lo que quiere la Iglesia es salvar vidas se podrían plantear el recomendar la utilización del preservativo. Conseguirían salvar la vida de muchos cristianos que actualmente practican sexo en situaciones de innecesario riesgo.

Según el Sr. Obispo, el aborto es sinónimo de holocausto, por lo tanto, genocidas los profesionales sanitarios que lo practican, asesinas las mujeres que abortan de cualquier modo y cómplices de asesinato quienes defendemos el derecho de elección. No sé si este señor tenía un mal día, pero por muy obispo que sea, tiene la boca muy grande.

David Cobo García
Responsable de Movimientos Sociales
PCE – Alcalá de Henares

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